domingo, 12 de diciembre de 2010

GUIA RECLAMA

No clames, reclama.

No clames, reclama” es una campaña de información y sensibilización organizada por la Asociación General de Consumidores (ASGECO), la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU), y el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, destinada a potenciar en los consumidores una actitud activa en la defensa de sus intereses económicos a través del ejercicio de la reclamación.

La campaña cuenta con una web, abierta a principios del mes de noviembre, y desde su apertura ya lleva recibidas más de diez mil consultas. Buena señal por un lado, porque indica que la gente no se chupa el dedo, ni tiene nada de tonta como algunos se piensan, y que nos tratan como si fuésemos un rebaño. Y mala, porque deja patente que algo no va bien, y que nos la están intentando dar con queso por todos los rincones.

De eso saben mucho las asociaciones de consumidores, que conviene apoyar con todas nuestras energías, pues son las que, en ocasiones, nos ayudan a salir de auténticos atolladeros. Demasiadas veces acudimos a ellas, asociándonos en aquel momento, para luego olvidarnos una vez la complicación está resuelta.

Muchos problemas resuelven, aunque no siempre lo consiguen. Porque las empresas falaces son tan listas que ya lo prevén todo, y entre la letra pequeña nos cuelan trampas que ni con una lupa de diez aumentos en la mano somos capaces de ver. Este intento de engaño del consumidor, apreciado por un especialista, ya debería ser motivo suficiente para castigar con multa a los pícaros. Y la letra pequeña, si tuviésemos un gobierno como Dios manda, que pensara en nosotros y no en el interés del banco o del empresario, hace años que ya estaría definitivamente abolida.

CEPSA: “Porque tú ‘NO’ vuelves”.

Y puestos ya a la obra, para ilustrar un caso, voy a relatar uno de tantos de los que me hayan podido haber sucedido. Quizás con esto evitaré que le pueda pasar lo mismo a otro inocente como yo.

Hace referencia el caso a la tarjeta de Cepsa “Porque tú vuelves”, o algo parecido según recuerdo. Porque la tarjeta no la tengo ya, ni sé nada de ella, ni quiero saber nunca nada más. El caso es que hacerla no cuesta nada, un papel lleno de letra pequeña, una firmita, y ¡ya está! Al parecer todo son ventajas, nadie te explica nada más allá de eso, y la empleada que recoge el impreso te regala además una de esas sonrisas que te hacen temblar… Y, a partir de ahí, ya todo es maravilloso, empezando por ese vale de descuento retribuible en dinero o gasolina que va creciendo a medida que vuelves a llenar el depósito en la misma empresa. Y que conste que a Repsol ya había renunciado a ir por sus tropelías por Suramérica. Ahora, ésta era la gasolinera que me quedaba más cercana.

Bien, al principio todo muy bien. El problema apareció el día que, por un descuido se produjo un descubierto cuando pasaron el recibo del mes, con la suma de todas las compras hechas. Lo primero: la tarjeta bloqueada, que si no te enteras te puedes quedar más tirado que una salchicha podrida que nadie quiere, y en el lugar y hora más inconcebibles. Segundo: que te piden 30 euros de gasto fijo por el descubierto, independientemente del monto, más los intereses del mismo a un tropecientos por ciento.

Resultado: que sólo del descubierto e intereses tienes que pagar más que lo que te había costado el gasóleo de la última carga, y diez veces más que la suma de todos los miserables abonos obtenidos hasta entonces.

En buena lógica, y ante tal abuso, pasé por la Oficina Municipal de Información al Consumidor (OMIC) a reclamar y llevé conmigo todos los papeles necesarios. Nada vieron de irregular en ellos tampoco, ni en su letra de lupa. Se realizaron los trámites de reclamación pertinentes y, después de un mes, en el que mi deuda creció aún más exponencialmente, llegó la respuesta negativa. ¿El secreto? El truco estaba en la cláusula anexa, contenido en unas pocas líneas añadidas al final del contrato. Y más corto era aún la oración, formada con cinco palabras, en la que se ponía que había que pagar un mínimo de 30 euros por un descubierto, además de los intereses ya mencionados.

Experiencias amargas, que nos espabilan un poco, pero que no impiden que volvamos a caer en situaciones aún peores, pues la malicia del otro para sacarnos el dinero, trabajando lo mínimo o sin hacerlo, resulta fantasiosamente inagotable.

Web: http://www.noclamesreclama.org

Guía completa del consumidor (en formato pdf).

‘No clames, reclama’, en Facebook.

Nueva dirección de la OMIC en Ponferrada.

La oficina del OMIC cambió su ubicación en la plaza de Abastos por la del Toralín, en enero de este año, a raíz de un incendio que hubo en el mercado [1]. Está abierta de lunes a viernes, de 10 a 13 horas.

OMIC (Ponferrada): Pabellón Municipal del Toralín. Avda. de los deportes s/n. 24400 Ponferrada. 987 41 73 30.

Un ecologista en El Bierzo.

(1). La oficina del MIC despachará en el Pabellón del Toralín.Ponferrada.org.












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